La Catedral de Cusco es uno de los monumentos más impresionantes del Perú. Ubicada en la emblemática Plaza de Armas, esta majestuosa construcción no solo representa un símbolo del pasado colonial, sino también un reflejo de la fusión cultural entre el mundo inca y español. Miles de visitantes llegan cada año para admirar su arquitectura, explorar su interior y conocer su historia. Sin embargo, más allá de ser un destino histórico, la Catedral puede formar parte de una experiencia más amplia en Cusco, combinando cultura y aventura. Historia de la Catedral de Cusco: del Imperio Inca a la colonia española Antes de la llegada de los españoles, en el mismo lugar donde hoy se levanta la Catedral se encontraba el palacio del inca Wiracocha. Con la conquista, los españoles iniciaron la construcción de este templo en 1559, empleando piedras de antiguas estructuras incas, como las de Sacsayhuamán. Las obras se extendieron por casi un siglo y su edificación fue dirigida por diversos arquitectos. La Catedral fue finalmente consagrada en 1668, convirtiéndose en un centro religioso de gran importancia en el Virreinato del Perú. Durante su construcción se incorporaron elementos barrocos, renacentistas y góticos, dando como resultado una obra de gran valor artístico. Arquitectura y arte: un templo de influencias y contrastes El exterior de la Catedral de Cusco se caracteriza por su imponente fachada de piedra labrada, flanqueada por dos torres. Su interior es aún más impresionante, con altares dorados, pinturas de la Escuela Cusqueña y esculturas religiosas de gran detalle. Uno de los tesoros más valiosos dentro de la Catedral es la imagen del Señor de los Temblores, patrón de Cusco, cuya devoción se intensificó tras el terremoto de 1650. También destacan el altar mayor, hecho de plata maciza, y la sacristía, que alberga una impresionante colección de óleos
La Catedral de Cusco es uno de los monumentos más